Entrar al camerino, sentarte en la silla de tu ídolo, en ese mismo lugar en el que respira y se concentra antes de salir a darlo todo en la cancha. Caminar alrededor de la grama del más bonito de todo, de esa cancha que ha sido testigo de nuestras derrotas, pero, sobre todo, de los momentos más bonitos y felices, cuando desde la tribuna y la cancha dimos todo para ser campeones o dejamos la piel en el intento. Volver al camerino y escuchar en la distancia la bocina que te hace casi cantar en la mente “grita el pueblo clamoroso” mientras ves como se abren las puertas y atraviesa resplandeciente el bus del “Poderoso de la Montaña” y esperar con ansias que el primero en bajarse del automóvil te regale una sonrisa o un simple choque de manos.
Así un poco se vive una experiencia DIM, con más emoción que conciencia.
Una experiencia exclusiva para nuestros patrocinadores, quienes en el año seleccionan entre la hinchada más bonita del mundo, un grupo de elegidos para disfrutar este momento.